Si ves una chica tumbada bajo un árbol, ¿pensarías que se trata de la Bella Durmiente? bien, pues espero que -siguiendo la misma regla de tres- comprendas que cuando uso el término “príncipe azul” me refiero a una metáfora, así que no es necesario que comiences con aquello de “los príncipes azules no existen”. Dicho esto, añadiré que por “príncipe azul” entenderemos “un hombre con el que se puede construir una relación plena y satisfactoria para ambos y que, como es natural, tendrá tantos defectos como tú mismo” y que tiene una serie de características que pueden ser reconocibles. Le llamamos así porque somos tan majos, tiernos y cariñosos que –sobre alguien tan especial- nos referimos con una terminología especial (¿no somos majos, tiernos y cariñososos?).
Grant Wheaton (2008) escribió un libro muy divertido sobre las relaciones entre hombres gais. Le avala su experiencia como director de “Gay Matchmaker”, una agencia matrimonial para hombres homosexuales que concierta cenas para solteros, encuentros y citas que trabaja a partir del análisis de perfiles de personalidad. Wheaton, en un formato similar al de los libros de autoayuda (sin serlo), explica las siete características de todo hombre con el que se puede construir una relación sólida.
Así, y por decirlo de alguna manera, el príncipe azul es un hombre auténtico, que vive en el presente, con una mente flexible, es equilibrado, respetuoso, comprometido y tiene una actitud de agradecimiento ante la vida. Digo auténtico en el sentido de “honesto” y por vivir en el presente me refiero a no arrastrar mochilas del pasado ni vivir enredado en ensoñaciones sobre el futuro sin llevar a cabo ninguna acción concreta para cumplir sus planes. Un hombre con una mente flexible tiene sus propias opiniones pero está abierto a la experiencia y a enriquecerse con nuevos aprendizajes. Es equilibrado si gestiona bien su tiempo sabiendo dar espacio al trabajo, al amor, a los amigos, a la familia, etc. Un hombre respetuoso es tolerante, paciente y responsable (es capaz de dar respuestas a lo que le sucede, sin esperar que otro le saque las castañas del fuego). Un hombre comprometido es un hombre que ofrece dedicación a aquello con lo que se implica y su actitud de agradecimiento se muestra en su capacidad de disfrutar de las pequeñas cosas de la vida.
Así, y por decirlo de alguna manera, el príncipe azul es un hombre auténtico, que vive en el presente, con una mente flexible, es equilibrado, respetuoso, comprometido y tiene una actitud de agradecimiento ante la vida. Digo auténtico en el sentido de “honesto” y por vivir en el presente me refiero a no arrastrar mochilas del pasado ni vivir enredado en ensoñaciones sobre el futuro sin llevar a cabo ninguna acción concreta para cumplir sus planes. Un hombre con una mente flexible tiene sus propias opiniones pero está abierto a la experiencia y a enriquecerse con nuevos aprendizajes. Es equilibrado si gestiona bien su tiempo sabiendo dar espacio al trabajo, al amor, a los amigos, a la familia, etc. Un hombre respetuoso es tolerante, paciente y responsable (es capaz de dar respuestas a lo que le sucede, sin esperar que otro le saque las castañas del fuego). Un hombre comprometido es un hombre que ofrece dedicación a aquello con lo que se implica y su actitud de agradecimiento se muestra en su capacidad de disfrutar de las pequeñas cosas de la vida.
¿Esperamos al príncipe azul… o, mejor, somos prácticos?
En mis artículos repito mucho eso de “no te conformes con nada que no sean fuegos artificiales” y cosas por el estilo. Con ello no me estoy refiriendo a que esperes a que Hugh Jackman se te declare, sino a que no te aferres a una relación que te hace sufrir sólo por miedo a la soledad. No es que te vuelvas una diva, es que mejores tu autoestima. Sólo a eso me refiero.
Cuando estamos mal, a menudo, esperamos que llegue el “amor redentor” que nos saque de nuestra vida triste, de nuestros miedos, de nuestros esquemas distorsionados y de nuestra incapacidad para disfrutar. Crees que él llegará y que, con su sola presencia, transformará tu existencia en algo maravilloso. Es la analogía que se expresa con la historia del beso de la princesa (príncipe en nuestro caso) que transforma el sapo en alteza real. No te engañes: los príncipes azules nunca besan ranas. Si quieres a tu lado un hombre con la cabeza bien amueblada y su puñadito de defectos y virtudes, amuebla tu cabeza tú también y supera tus esquemas distorsionados. No podrás tener relaciones equilibradas (ni sentimentales, ni sociales, ni laborales, ni familiares) si el desequilibrado eres tú. Es así de simple. Para eso, y si te quieres distraer un rato, puedes jugar a valorar en qué punto del continuo “alteza real – anfibio” te encuentras. Si puntúas 100% príncipe, repite el test ¡estás mintiendo! Nadie está cien por cien libre de defectos así que no te cueles :) Clicka aquí para hacer el test “¿Príncipe o rana?”: http://es.scribd.com/doc/95133124/El-principe-azul
Gabriel J. Martín (2012). El blog de Gabriel J. Martín.
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